Hacer la experiencia de la belleza de la mano de un artista consumado tiene hoy un interés de primer orden, incluso en el campo académico. No lo dudará quien conozca la magna obra Gloria, de Hans Urs von Balthasar, uno de los mayores pensadores del siglo XX. Hoy se cultiva con bastante éxito la musicoterapia y, en otro nivel, se habla en altas instancias –como el mismo Vaticano– de la via pulchritudinis, la vía de la belleza para llegar a la trascendencia divina. Y es cierto que puede haber esta vía o camino, pero con una condición: que realicemos la experiencia personal de la belleza en grado sumo. El tema de qué sea la belleza sigue siendo un “tema difícil”, como dijo Platón, pero hemos de irlo clarificando cada día un poco más por vía de participación. Heidegger solía decir que para conocer lo más importante de la vida “hay que lanzarse al torrente”, es decir, hay que participar. Como se da la circunstancia curiosa de que torrente se dice, en alemán, Bach, vamos a adentrarnos en el gran torrente de la música de Bach, que supone una cima prodigiosa en el cultivo de la belleza. Serán sin duda unos instantes privilegiados. “Estas obras nos elevan con fuerza irresistible hacia lo grande y sublime –escribe el gran director de orquesta J. E. Gardiner–; no se limitan a complacernos con algo bello y agradable. Por eso nos impresionan más a medida que las escuchamos y las conocemos más de cerca”. “Muchas de sus páginas son de las más bellas de la historia de la música”.
- Bleib bei uns (Quédate con nosotros)
Bach mostró desde joven una inmensa madurez. Lo muestra, por ejemplo, al integrar la música y el texto. Integrar es más que sumar y que fusionar. Fusionar es el modo más perfecto de unión en el nivel 1, el de las realidades naturales, como son el agua, el fuego, la cera…Pero en el nivel 2 –el de la creatividad artística y del encuentro personal–, la fusión es letal, porque destruye la personalidad del que se fusiona. Se discutió mucho durante siglos sobre a quién debe darse la primacía: si a la música o al texto. Bach, en sus obras, los vincula con el tipo más perfecto de unión, que es el de integración. Al integrarlos, el texto y la música entrelazan sus valores estéticos y los potencian. Por eso la música de Bach aparece desbordante de sentido, sumamente expresiva, poderosamente creativa. Se cuenta que, tras oír una pieza de Bach en el órgano de una iglesia rural, el gran Goethe exclamó: “Me parecía oír el rumor de la Creación en los días del Génesis”. Es que Bach lo articula todo a perfección. Y consigue, con ello, una inmensa belleza, pues, como sabemos, la belleza brota de la armonía, que es gestada por una intervinculación de elementos. Es una intervinculación análoga a la que teje la trama del universo y que tanto asombro causaba al genial científico Alberto Einstein.
Todo esto lo vamos a vivir ahora oyendo un coro de la Cantata BWV 6, “Bleib bei uns” (Quédate con nosotros). Asume, aquí, Bach la frase que le dijeron los discípulos de Emaús a Jesús, cuando hizo ademán de continuar el camino: «Quédate con nosotros que anochece y el día está declinando (Lc 24, 29). En esta frase se hacen presentes varias ideas: el dolor de la despedida (Bach estaba muy sensibilizado a este respecto, por haber perdido a cuatro hijos pequeños en tres años…), el afecto de la invitación a quedarse, el temor ante las tinieblas, la calidez de la súplica…El autor las vincula, las potencia mutuamente, y forma con ellas un “anillo de conceptos” (Heidegger), un “círculo virtuoso”, que es todo un campo de luz.
- Ich habe genug (Tengo suficiente)
Se trata del coro inicial de la cantata BWV 82. Comenta aquí Bach una escena del Evangelio, en la que el anciano Simeón siente que todos sus deseos y anhelos se ven colmados al tomar en sus brazos al Mesías. Proclama, alborozado, su satisfacción, y la orquesta, en su función de comunidad creyente, sostiene su canto y lo rodea de mil guirnaldas de triunfo sereno y contenido. Todo está increíblemente equilibrado, y no sabemos qué admirar más: si la alegría contenida, la esperanza colmada, la satisfacción de una vida plena, o la despedida llena de bondadosa nostalgia…
Adviértase el enorme talento de Bach para intensificar la expresividad de un texto alargando en ciertos momentos alguna de las sílabas. Transmite una gran fuerza expresiva que brota del texto mismo y nos la hace sentir con especial intensidad. Nótese, además, que el lenguaje tiene rasgos pietistas. El Pietismo fue una corriente que, a mediados del siglo XVIII, destacó la importancia del sentimiento en la experiencia religiosa. Expresiones como “queridísimo Jesús” (Liebster Jesu), “mi fe ha estrechado a Jesús contra mi corazón”, son inspiradas por tal movimiento.
- Gloria in excelsis deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis
En este comienzo de la prodigiosa Misa en si menor, se ve luminosamente que el arte presenta un lenguaje poético, no prosaico. Éste es meramente signitivo, indica algo y desaparece. El poético plasma lo que dice en ámbitos expresivos. En el nivel poético, la repetición genera belleza, y, por ello, constituye una importante categoría estética.
En la primera frase entona Bach un himno de alabanza al Creador, y seguidamente nos sumerge en un ámbito de paz. No sólo nos recuerda las palabras que dijeron los ángeles en Belén: “Y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Crea un ámbito de paz, y no de una paz cualquiera, vista como mera falta de conflictos, sino la paz entrañable que nos trajo Jesús al darnos su mandato nuevo: amarnos unos a otros. Decir 33 veces la misma frase sería impertinente si estuviéramos en el plano de lo prosaico, nivel 1, pero estamos en el nivel poético, y nos encanta vernos sumergidos en un ámbito de paz, que se incrementa de minuto en minuto en forma de oleadas. Este lenguaje poético nos invita a la participación, a adentrarnos en ese ámbito de auténtica paz.
Notemos algo muy significativo. En varios momentos, Bach moviliza el modo contrapuntístico de componer, propio del estilo fugado. Cada una de las voces actúa con independencia de las otras; entran en momentos distintos, se mueven en diferentes alturas, pero crean entre todas un conjunto armónico, sumamente expresivo y con una intensidad creciente. Ponen de manifiesto que, cuando hay de veras espíritu ascendente, se crean ámbitos de concordia, de profunda y fecunda unidad, a pesar de la diferencia, o incluso precisamente merced al hecho de ser diferentes. Las distintas voces parecen diferir y llevarse la contraria, como indica la misma palabra contra-punto. Pero, en este alto nivel, estar en contra no significa estar encontrados, siempre que se muevan inspìrados por el ideal de la unidad.
- Erbarme dich (Compadécete de mí)
La obra cumbre que es la Pasión según San Mateo, opus 244, del año 1727, culmina en esta aria, en la que el apostol Pedro llora su traición. Bach toma en sus manos de artista dos frases sencillas de un hombre arrepentido y crea un ámbito de dolor esperanzado. Jehudi Menuhin afirmó que estamos aquí ante la melodía de violín más bella de toda la historia de la música. Sin duda, pero lo de verdad impresionante es advertir cómo la orquesta –que significa aquí la comunidad creyente–, acompaña al hijo pródigo, casi lo acuna, como diciéndole: “Bienvenido a casa”. Judas se quedó solo, y se desesperó. Pedro se unió a la comunidad y entró en el reino de la esperanza. Adviertan con qué inmenso sentido musical prolonga Bach ciertas sílabas.
- Jauchzet, frohlocket… (Saltad de gozo, alegraos…)
Con instrumentos antiguos, Bach nos presenta uno de los coros más alborozados que conocemos, el coro inicial de la primera cantata de las seis que componen el Oratorio de Navidad (1734), opus 248. Hasta los niños cantores se ven llevados por una ola de entusiasmo. Están presos de la mirada y el gesto del gran Harnoncourt. Parecen indiferentes los unos hacia los otros, pero, al entregarse a un valor excelso, se unen intensamente entre sí. No están absorbidos por la obra; están inspirados, que es bien distinto. No se dejan seducir ni fascinar por ella, sino entusiasmar. Por eso se mueven en el nivel de la creatividad. Ahí queda patente que, en ese nivel, la libertad y las normas no se oponen, se potencian; la independencia y la solidaridad no se repelen, se enriquecen mutuamente. Una vez más, la música de calidad se convierte en una magnífica escuela de formación humana.
Apliquemos lo dicho antes sobre los círculos virtuosos. Los conceptos de alabanza, glorificación, felicidad, alegría, servicio y veneración se clarifican y enriquecen mutuamente. Al oír la polifonía, no hace falta seguir de cerca la parte del texto que cantan cada una de las voces; lo decisivo es adentrarse en este tipo de círculos virtuosos, que intervinculan los conceptos decisivos, potencian su significado, les otorgan pleno sentido, los clarifican y nos permiten llevar nuestra vida a pleno logro.
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Esta música sonaba en Leipzig, una próspera ciudad comercial, que, en los días festivos, cerraba sus puertas, suprimía el tráfico rodado, y hacía sonar las campanas a la mañanita, para anunciar el comienzo de los oficios religiosos. En la tranquilidad de la iglesia de Santo Tomás, los fieles abrían el cuaderno que habían recibido días antes con los textos, y vivían creativamente las cantatas de cada uno de los días litúrgicos. Esto sucedía en el corazón de nuestra Europa en la primera mitad del siglo XVIII. Dos siglos más tarde, el gran filósofo, dramaturgo y buen melómano Gabriel Marcel se adentró de lleno en estas cantatas, y acuñó esta sugestiva frase: “La música es la patria del alma”. En este momento, tal vez podamos vislumbrar qué quiso decir con ello.
Alfonso López Quintás