Actualmente se reclama un tipo de mirada que supere la vertiente superficial de los seres y penetre en lo profundo de ellos, es decir, en el plano que les otorga su pleno sentido y su valor. Esta exigencia es muy razonable, pero resulta insuficiente. Debemos mostrar el camino adecuado que nos conduzca a esa forma de pensar, de mirar y sentir. Al leer el interesante trabajo del cardenal Gottlieb Daneels sobre “La mirada profunda”, se advierte que, para estar abiertos a las grandes cuestiones de la formación humana, debemos aprender a mirar con penetración, trascender lo superficial para alcanzar lo profundo, integrar diversos niveles.., pero esto no basta decirlo. Hay que proponer un método adecuado para lograrlo, porque ese tipo de mirada no depende sólo de la inteligencia de cada uno, sino de la forma de analizar la realidad.

A mi entender, tal método se basa en el análisis de la lógica propia de cada uno de los niveles de realidad –sobre todo, los cuatro positivos– y en pensar conforme a sus exigencias. Si lo hacemos, miraremos las realidades que constituyen cada uno de estos niveles de forma lúcida, penetrante, ágil, sensible, integradora… Los frutos de tal mirada serán sorprendentes: daremos madurez a nuestra inteligencia, captaremos los símbolos, nos asombraremos ante la energía que desprenden los grandes ideales cuando respondemos activamente a su llamada. Pensemos en el ideal de la unidad y sus afines: la bondad, la verdad, la justicia, la belleza. Por el contrario, si no distinguimos los diversos niveles, lo confundiremos todo.

    1. La mirada profunda promueve la madurez de la inteligencia, en cuanto la dota de estas tres condiciones: largo alcance, amplitud o comprehensión y profundidad. Al mirar a lo lejos y no quedarse en lo inmediato, este tipo de mirada supera la miopía intelectual. Al atender a las cuestiones afines a la que es objeto de análisis, supera la unilateralidad o parcialidad. Al penetrar en el sentido de lo que ve a lo largo y a lo ancho, supera la actitud de superficialidad o banalidad.  

    2. Gracias a estas tres superaciones, la mirada profunda descubre el poder simbólico de ciertas realidades. No se queda envarada en lo inmediato. Busca y capta las implicaciones de las realidades del entorno. Por eso es simbólica. Los símbolos remiten a algo distinto, situado en un nivel más elevado. El agua en el nivel 1 presenta la cualidad de lavar, en el sentido de eliminar una mancha. Si se utiliza el verbo lavar en el nivel 2 adquiere inmediatamente el sentido de purificar, de lavar una mancha ética, es decir, un fallo de conducta. De ahí que el agua corriente adquiera el poder simbólico de purificar. Tal poder no lo ostenta ninguna realidad de modo estático; surge en el contexto.

En La tragedia de Macbeth, de William Shakespeare-, Macbeth mata a Duncan, su rey y amigo, y aparece con las manos ensangrentadas ante su mujer. Ésta le insta a que se las lave. Él responde con infinita tristeza: “Todo el agua del océano inmenso de Neptuno ¿podría lavar estas manos? No. ¡Más bien estas manos teñirían de rojo la multitudinosa mar!”.  Analizadas estas frases sólo en el nivel 1, no tienen sentido. Vistas, a la vez, en el nivel 1 y en el 2, se cargan de un sentido impresionante. Al hablar la mujer de lavar las manos, quiere decir limpiarlas (nivel 1). Al responder Macbeth que todo un océano no podría limpiarlas, indica que no podría purificarlas, porque lavar en el nivel ético no significa asear, sino purificar el alma (nivel 2). En los distintos niveles, el lenguaje se transfigura y cambia su sentido, por cuanto lo enriquece.

Advertimos aquí que el lenguaje, cuando se vive de modo creativo, es muy maleable, puede adquirir nuevos sentidos, sin alterar su significado primario. Es capaz de cargarse al momento de una sorprendente expresividad con sólo correr la mirada de un nivel a otro. Advertirlo rápida y lúcidamente es tarea de la mirada profunda. Recordemos, por vía de ejemplo, que el vocablo comer se usa de manera unívoca y profusamente en el nivel 1. Significa siempre saciar el hambre, nutrir el organismo. Pero pasamos al nivel 2 y significa festejar, crear vida de comunidad. Y en cuanto cruzamos el umbral del nivel 4, el religioso, se trasmuta en el vocablo comulgar. Significa en el fondo lo mismo, pero ha adquirido sentidos  nuevos. Por eso recibe nombres distintos