1-DERRUMBE DEL COMUNISMO

 El derrumbe del comunismo en la Unión Soviética y en los países socialistas del Este de Europa no significó tan solo el final del modelo comunista: implicó también el fracaso último de los sistemas alternativos del régimen parlamentario que se idearon en los años veinte. La crisis del parlamentarismo había alcanzado por entonces un alto nivel de discusión teórica y una extendida y violenta movilización política.

En el plano de la lucha política, las cosas fueron más violentas y las alternativas  a la democracia liberal se agruparon en torno a dos modelos: el burgués-capitalista de las dictaduras fascistas, y el obrero-socialista de las dictaduras del proletariado fue vencido en la Segunda Guerra Mundial, y aunque se mantuvo durante tres décadas, después de finalizado el conflicto en algunos países, como Portugal y España, era un sistema agotado, proscrito  a derecha e izquierda. La dictadura del proletariado, en cambio- establecida en la Unión Soviética, Europa del Este, China, Cuba- vió reforzado el atractivo de su mensaje mesiánico-revolucionario con la legitimidad de la victoria frente al fascismo.

El nuevo orden internacional salido de la guerra configuró un sistema de bloques enfrentados en torno a dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, que luchaban con las armas de la “guerra fría” por el triunfo de sus respectivas concepciones del mundo.

Es cierto, sin embargo, que en los años setenta en varios partidos comunistas, especialmente los latinos, se planteó el abandono de la dictadura del proletariado y la vuelta a una colaboración con las fuerzas burguesas dentro del sistema parlamentario como actividad pragmática para conectar el Partido Comunista y las instituciones democráticas. poco más. En  definitiva,  se trataba de utilizar el Parlamento y demás aparatos ideológicos: iglesia, escuela, universidad, justicia, medios de comunicación, para transformar la sociedad burguesa en una democracia obrera.

En realidad, lo que se había caído de golpe en el final de la década de los años ochenta fué la doctrina del comunismo, volviendo inútiles todas sus vías.

Los nuevos valores hablaban de primar la cultura sobre la ideología y el mito del Estado gestor se había venido abajo. Las burocracias comunistas, aparte de engendrar un despotismo esclavizador, dejaron en la pobreza y el atraso económico a pueblos enteros.

La perestroica  y la Glasnot  de Gorvachov fueron artífices de un giro radical en la política mundial y en las concepciones ideológicas El mito de las nacionalizaciones yace en tierra y el Estado, como gestor económico, se revela ineficaz. La economía de mercado vuelve a proclamar sus excelencias competidoras Agotado el llamado socialismo real, es preciso desarrollar los sistemas abiertos, reflexivos, críticos, que garanticen una vida en libertad y una sociedad democrática. Es la hora de la sociedad abierta, el gran triunfo de K.Popper.

 

2. EL TRIUNFO DE LA SOCIEDAD ABIERTA.

El final de la guerra fría produjo una exaltación de la sociedad abierta, que se veía como la triunfadora definitiva en su lucha contra el totalitarismo en todas sus dimensiones y requiere no sólo un sistema político democrático, sino un sistema económico de mercado”. En el fondo, el enfrentamiento era el del capitalismo frente al socialismo y el comunismo. Se entiende, también, la idea de que la democracia y el capitalismo pueden ir de la mano en determinadas circunstancias. En definitiva, la sociedad abierta es una democracia de libre mercado en la cual no hay verdades únicas de validez universal, pues todo está en constante revisión y depende de la decisión de la mayoría. Sólo hay verdades convencionales, lo mismo que pasa con los mercados, donde no hay criterios únicos y uniformes de hacer las cosas entre agentes competitivos. No deben llevarse las cosas a decir que todo depende de las decisiones de la mayoría. Al contrario, casi todas las democracias se protegen de la tiranía de la mayoría.  La defensa de la sociedad abierta como aquella donde compiten los valores, sin que se imponga uno de ellos a la fuerza, tiene mucho que ver con la reforma gradual de las sociedades. El criterio de transformación mediante las reformas, propio de la socialdemocracia, es compatible con las ideas de Popper del racionalismo crítico.

La sociedad abierta está en permanente tránsito, en reforma contínua, según se van aplicando criterios de verdad distintos. En la sociedad abierta compiten verdades construidas, y eso parece ser uno de los postulados esenciales de la postmodernidad: no hay grandes relatos, no hay sistemas, no hay verdad fuera de las que nosotros construimos con ánimos de convencer a los que no las profesan. Propuestas alternativas y competitivas de la comunicación política promovida por los medios de comunicación, instrumentos esenciales para el debate público. En definitiva, la sociedad abierta es una sociedad mediática, donde los medios de comunicación son los órganos de interpretación de la realidad. Ahora bien, , tambien, es una sociedad conflictiva que alberga en su seno fuerzas que entroncaron con movimientos revolucionarios de izquierda, anarquistas, comunistas, radicales, socialdemócratas ,ecologismos,  pacifismos, feminismos, derechos de minorías, tercer sector, organizaciones de cooperación, nacionalismos y  otros proyectos, que suelen sostener que “otro mundo es posible”, sin que se divise cual es la propuesta alternativa de ese mundo.

 La sociedad abierta ofrece un panorama más fecundo al considerar que esa sociedad es democrática y, además, es cosmopolita y capaz de enfrentar los nuevos poderes nacionalistas y comunitarios.

En principio, la democracia parece haber ganado la batalla a otras formas activas de gobierno. La democracia es la fuente de legitimidad y legitimación de la vida política moderna, pero está lejos de constituir un concepto bien definido, en manos de unos ciudadanos activos, dispuestos a participar asiduamente en la vida política y en Occidente se vive un cierto eclipse de ese ideal de ciudadano. El hundimiento del modelo marxista-leninista no despejó el horizonte de enemigos. Las viejas ideas de soberanía, libertad y democracia liberal tuvieron que confrontarse y articularse en disposiciones que garanticen la autonomía de todos los miembros de la  comunidad política. De ahí se deduce que la soberanía debe ser limitada pero dentro de un marco de condiciones sociales, políticas y económicas equitativas que hagan posible la vida democrática misma.

En cualquier caso, la democracia tienen que seguir confrontándose con múltiples enemigos como la política del dinero .

La sociedad abierta tiene que ir más allá de la mera concepción mayoritaria de la democracia.