Conviene señalar, con Stephen A. Russ que el mundo financiero es un sub-campo de la economía que posee su metodología y enfoques propios. Pero su nacimiento, a partir, fundamentalmente del siglo XVI se entrelaza, una y otra vez, con los planteamientos económicos relacionados con la producción y distribución típicas de bienes y servicios. De ahí que, al estudiar problemas éticos relacionados con las finanzas, nos encontramos, como señala Santiago García Echevarría que “son hoy dominantemente cortoplacistas… y (por eso) en principio no crean valor, sino que lo que hacen es respaldar la actividad económica en la sociedad, cuyo objetivo lo toma de Utz , es satisfacer las necesidades individuales y colectivas de todos los miembros de una sociedad para lograr el desarrollo humano, esto es el «bien común»”, pero cuando se concede “prioridad a la dimensión financiera del cortoplacismo”, se provoca “la destrucción o anulación de lo común, como pieza integrante del desarrollo de la persona que por esencia es social”.
En lo que sigue, en la búsqueda de esa situación cortoplacista que es ese campo parcial de la economía, nos encontramos con que la ética se convierte en algo cada vez más integrado en la reflexión derivada de la teoría económica, y ahora mismo, como señala García Echevarría, apoyado en Albach, “la crisis financiera provoca la generación de una crisis económica sin precedentes”. De ahí deriva la exigencia, tras las recientes aportaciones de Krelle, Albach, Homann y Utz, de que “solamente una clara integración de los propios conceptos económicos de la dimensión ética permite dar una respuesta eficiente a los problemas económicos”. Por consiguiente, no puede extrañar que en la indagación de la ética de las finanzas nos topemos, una y otra vez, con enlaces íntimos con lo que se plantea, también desde el punto ético, en el concreto mundo de la economía toda. Y todo esto, que parecería que se debe a aportaciones germanas recientes, es mucho más amplio.