El Sr. Martín Villa inició su intervención diciendo que los cambios, febrero del 56, en el Ministerio de Educación determinan el nombramiento de dos jóvenes catedráticos: Torcuato Fernández Miranda y Gregorio Millán Barbany, para las Direcciones Generales de Universidades y de Enseñanzas Técnicas, respectivamente.

Al primero, según la terminología de la época, le corresponde “poner orden” y, es posible, que su cargo influiría, no poco, en su elección como preceptor de Juan Carlos de Borbón que, por aquel entonces, accedía a la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid.

A Gregorio Millán Barbany, Catedrático de Mecánica de Fluidos de la Escuela de Ingenieros Aeronáuticos, le correspondió “poner progreso”, cuestión congruente con su carácter de ilustrado y persona a la que “nada humano le es ajeno”. Es el protagonista de la Ley de Reforma de las Enseñanzas Técnicas de julio de 1957, pieza esencial en la incorporación de la Arquitectura y las Ingenierías en la Universidad Española.

En el curso 1956-1957, sesenta y dos mil estudiantes de las Facultades y cerca de cinco mil que ya habían ingresado en las Escuelas Técnicas Superiores convivían en una vida universitaria que ofrecía posibilidades y actividades comunes. Con todo, eran notables las diferencias entre las universidades, cuando la de Salamanca, cumplía ya siete siglos y las Escuelas Técnicas nacidas, casi todas, en la primera mitad del siglo XIX.

La Universidad, en sus orígenes, estuvo presidida por la idea de proveer a la Iglesia en la formación de Filósofos, Teólogos y especialistas en Derecho Canónico. Las Escuelas Técnicas tienen un origen militar que desemboca en atender las necesidades de técnicos capacitados al servicio de los distintos aspectos de la actividad del Gobierno. Se sigue el modelo francés en el que la formación básica, en cierto modo elitista, predomina. En el modelo anglosajón se atiende especialmente la técnica ejercida desde abajo. Son los tiempos de la Revolución Industrial.

Por otro lado, las Academias creadas a lo largo del siglo XVIII, difícilmente pueden conectar con las Enseñanzas Técnicas. En España la Academia de Ingeniería se crea en la década de los ochenta del siglo pasado y no ingresa en el Instituto de España hasta 1994.

De otra parte, en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas no se integran la mayoría de los centros dedicados a la investigación técnica. Los ministerios se estructuran atendiendo, no a los sectores de la actividad económica sino a la división entre los distintos cuerpos de funcionarios. Los Institutos de Investigación Técnica dependen, casi todos, de los ministerios correspondientes.

La ley de 1957 suprime el ingreso en las Escuelas Superiores. Los estudios tendrán una duración análoga a los de las distintas facultades y se crea el título de Doctor que facilita un profesorado, con estructura también análoga, a la propia de las Facultades Universitarias y la presencia de las Escuelas en la investigación científica y técnica. Se generaliza el acceso a las Escuelas Superiores de los Técnicos de Grado Medio y a estas Escuelas el de los titulados en la Formación Profesional.

Son tiempos de industrialización y desarrollo en España. El éxito, en cantidad y en calidad, de la reforma emprendida por Gregorio Millán es claro. El número de estudiantes y de graduados en la Arquitectura y en las Ingenierías se multiplica por diez en el espacio 1957-1958 y 1974 -1975.

Hoy las Escuelas no sólo tienen un alumnado mucho más numeroso, sino que han ido progresando de forma continuada. Hoy, también, la Escuela en la que estudié es mucho mejor que lo era en el curso 1956 -57.