El 23 de noviembre de 1221 nació Alfonso en el convento de la Sta. Fe de Toledo. Estamos, pues, en el año del VIII Centenario, y esta ponencia trae causa precisamente del ciclo que organizó en 2020 el Instituto de España para conmemorar por anticipado la efeméride. Nuestra corporación me honró con el encargo de intervenir en su nombre en dicho ciclo de conferencias (frustrado por causa de la pandemia), ya publicado en libro junto con las notables aportaciones de nuestros colegas de otras Reales Academias. Mi colaboración allí lleva por título «El fecho del Imperio. Alfonso el Sabio desde la Historia de las Ideas Políticas», y se ha publicado también –por gentileza de Santiago Muñoz Machado– en la revista El Cronista, de amplia difusión en ámbitos intelectuales.

La versión que hoy se presenta incluye algunas novedades porque se centra en la ingente obra cultural y jurídica impulsada por el Rey Sabio y no solo –aunque también– en los avatares de la política internacional como la fallida aspiración al Sacro Imperio Romano-Germánico que consumió tiempo, energías y recursos por parte de nuestro personaje, cuyo linaje es ciertamente imponente: hijo de Fernando el Santo y de Beatriz de Suabia y –por esta vía materna– bisnieto de Federico Barbarroja y sobrino-nieto de Alejo Comneno, Emperador de Bizancio. Casó el Rey Sabio, además, con doña Violante, hija de Jaime el Conquistador, el gran monarca aragonés.

La ponencia se ocupa de tres aspectos principales:

  1. Política exterior, en particular el llamado «fecho del Imperio», es decir la fallida aspiración del Rey Alfonso al título de Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Analiza también la singularidad del Imperio como forma política y el complejo juego de poderes en Alemania y también en Italia (güelfos contra gibelinos) que el Rey castellano no supo entender. Después de muchos años de esfuerzos baldíos, renunció a su pretensión imperial, bloqueada por los Pontífices romanos y por la reticencia de las Cortes de Castilla ante la solicitud de nuevos subsidios para hacer frente a una empresa lejana e incierta.
  2. Política interior, desde el éxito inicial hasta el fracaso final, con la rebelión de los nobles encabezada por su propio hijo y sucesor, Sancho «el bravo». En este contexto se estudia la doctrina jurídico-política del monarca, un anticipo de la soberanía estatal a partir del Derecho Romano que inspira el célebre Código de Partidas. Alfonso hace suya la idea del Rey como Emperador en su Reino y refuerza en lo posible el poder real frente a los nobles, buscando el apoyo de las ciudades y unificando la normativa interna.
  3. En particular, se estudia la obra de este Emperador de la Cultura (R. I. Burns), un caso único en la Historia porque Alfonso no solo impulsa, sino que ejecuta en parte personalmente un gran proyecto cultural. Así, se habla del corpus alfonsí en materia de lengua (con preferencia del castellano sobre el latín), de Historia (tanto «general» como de España), de música y poesía (las famosas «Cantigas») y de otros temas como la Astronomía/Astrología.

Termina la ponencia con la conclusión siguiente:

Ocho siglos se han cumplido desde el nacimiento del Rey Sabio. Solo a los especialistas importan hoy día las conquistas militares, las rebeliones nobiliarias, las intrigas imperiales o papales. No son convincentes a estas alturas las críticas desmesuradas de Mariana o de Martínez Marina. Permanece en cambio «la lucha por la cultura», propia de un monarca adelantado a su tiempo. Si lo juzgamos objetivamente, Alfonso X fue un hombre (casi) moderno a quien tocó vivir en tiempos poco propicios a su espíritu universal. A estas alturas, el «fecho del Imperio» es un capítulo intrascendente en el gran libro de la Historia. El Rey pasa: el Sabio permanece…: tenemos que celebrar como es debido el centenario, con rigor histórico y orgullo legítimo, sin mezquindades ni prejuicios. Si la pandemia lo permite…