Actualmente, sólo existen dos superpotencias en el planeta Tierra: EE.UU. y China; con un rápido crecimiento de la segunda, hasta el punto de que en 2017 podría alcanzar a la Unión norteamericana en PIB, y doblarle esa macromagnitud en el 2030.

Dentro de la evolución de las relaciones chino-norteamericanas desde 1947, hubo una larga fase, de nada menos que 22 años, de política de aislamiento estadounidense a China. Que se resolvió a partir de 1971, cuando desde Washington DC se auspició el ingreso de la República Popular en las Naciones Unidas.

Desde ese momento, y sobre todo desde que en 1978 Den Xiaoping introdujera las cuatro modernizaciones en China, las dos superpotencias han ido recreciendo sus relaciones de todo tipo. Hasta vivir actualmente en una auténtica simbiosis económica y financiera. Constituyendo en otros muchos aspectos un verdadero G-2, también nombrable como Chimérica o ChinUSA; con todo un sistema de consultas bilaterales y bianuales al más alto nivel. 

Eso no significa que no haya fuertes tensiones entre China y EE.UU. Por la indudable evidencia de que la primera está creciendo muy rápidamente, en la aspiración a un verdadero protagonismo mundial. En ese sentido, en la ponencia se estima que la espectacular expansión de China, se moderará, pero se mantendrá un alto nivel (6/8 por 100 anual). Entre otras cosas, por las reformas que en noviembre de 2013 decidió del PCCh en cuestiones demográficas (final de la política de hijo único), de propiedad de la tierra (devolución a los agricultores) y de otros cambios importantes en el panorama económico (más importancia para el mercado, internacionalización del renmimbi, mayor control de las empresas del Estado), e incluso mejores condiciones humanas: posible eliminación futura del hukou y supresión de los campos de trabajo forzado).

Todo lo anterior no supone, sin embargo, que el futuro de las relaciones entre EE.UU y China vaya a ser necesariamente armonioso. Lo cual dependerá de si la República Popular camina hacia la democracia, una tendencia por la que apuesta decididamente el ponente, si bien a un plazo todavía no definible. A ese respecto, cabe esperar una evolución no tan distinta de occidentalización democrática como las que ya se dieron en Japón desde 1945 y en Corea del Sur y Taiwán ulteriormente.

No obstante, el Océano Pacífico sigue siendo un escenario de gran confrontación, al estar en curso un fuerte rearmamentismo por ambas partes. Lo que tampoco debe conducir inevitablemente a un conflicto armado. Que podría evitarse, así se sostiene en la ponencia, configurando un Modelo Crowe-Kissinger, para que con la experiencia Imperio Británico/Imperio Alemán de 1914/1918, evitar una conflagración que sería catastrófica para todo el mundo.

El referido modelo se completa por el ponente con una serie de recomendaciones, en cuanto a la incorporación de China al Grupo de los Ocho (G-8) y a proyectos internacionales de cooperación de los que hoy está ausente, como la Estación Espacial Internacional, reforzando la idea de una multipolaridad universal, para evitar la desglobalización, negociar el desarme mundial, conservar la biosfera, y luchar contra la pobreza y el subdesarrollo.