Durante 2015, España afrontará tres pruebas, todas cargadas de futuro. Son los tres tests del título. Primero, el test que para la democracia contiene la cargada agenda de llamamientos a las urnas, uno por trimestre (elecciones andaluzas en marzo, locales y autonómicas en mayo, catalanas en septiembre y generales antes de terminar el año), un calendario intenso (vale decir también disparatado) que trae consigo vientos de cambio  en los gobiernos locales, autonómicos y de la nación, además de en el propio sistema de partidos. Segundo, el test de la recuperación económica, el de su solidez, calibrando si abre paso a una fase cíclica de expansión, propiamente dicha. Y tercero, el test que para la integridad territorial de España supone la anunciada convocatoria de elecciones con carácter plebiscitario en Cataluña, con la explícita determinación de la Generalitat de proceder en su caso a una declaración unilateral de independencia, una auténtica prueba de resistencia de materiales que dirían los ingenieros de caminos.

Cada uno de esos desafíos se analizan sistemáticamente, planteando los riesgos pero también las oportunidades que traen consigo, subrayando la capacidad de la sociedad española para superarlos.