Se plantea aquí, en términos normativos, el gran debate del pensamiento político contemporáneo: democracia constitucional o representativa versus democracia “fuerte” o radical (en sus fórmulas participativa, deliberativa e inclusiva). Frente al clásico discurso de Pericles, la tesis que defiendo es la siguiente: es lícito vivir al margen de la política, de manera que el “idiotés” (en el sentido clásico) o “The minority of one” (como dice Stuart Mill): 1º) ejerce un derecho inalienable a la libre configuración de su proyecto vital; 2º) contribuye al capital social aportando una actividad útil, y 3º) otorga prioridad al Comercio y a las virtudes derivadas de su práctica: fiabilidad, cortesía, espíritu de compromiso, etc…
Este planteamiento es acorde con el modo de ser de la civilización occidental (la “menos injusta” de la Historia) que se construye como una solución inteligente al egoísmo racionalizado de Hobbes. La ponencia desarrolla una amplia crítica a la democracia radical de Rousseau y a la paradoja que supone “obligar a ser libre” a quien no se integra en esa voluntad general. La crítica se prolonga hasta el actual “republicanismo cívico”, surgido en el marco de la Historia de las Ideas (Pocock y otros), hoy día muy extendida en la Filosofía Política. En particular, el análisis de la democracia participativa nos revela que es un simple complemento de la representación política; a su vez, la democracia deliberativa es puramente ilusoria, ya que no es posible (y tal vez, no es deseable) el dialogo perfecto desarrollado bajo el “velo de la ignorancia”; en fin, la democracia inclusiva supone un peligro para la politeia, porque rompe con el principio de igualdad en nombre de fórmulas multiculturalistas.
La ponencia concluye recordando con Ortega el peligro que conllevan los “profesionales de la razón pura” y afirmando que la moderación, el realismo y el sentido común son la mejor garantía de una convivencia razonable al modo de la “eleutheria” griega; la libertad bajo el imperio de la ley.
Benigno Pendás